La industria de la moda convierte una necesidad en un accesorio (en algunos casos, de lujo) frente al debate de si es lícito ganar dinero a costa de una pandemia global.

La imagen de Jill Biden, con una mascarilla estampada a juego con su vestido de flores, al lado de su esposo, Joe Biden, ha dado la vuelta al mundo. Los Biden, a diferencia de los Trump, han sido ac&eacute;rrimos defensores del cubrebocas pr&aacute;cticamente desde el inicio de la crisis del COVID-19&nbsp;y es muy frecuente verlos juntos luciendo este accesorio en multitud de fotos, mucho antes de la campa&ntilde;a presidencial.&nbsp;

De hecho, la mascarilla ha sido uno de los accesorios que la industria de la moda ha abrazado como un indispensable en el fondo de armario contempor&aacute;neo, ya fuese a trav&eacute;s de marcas como Gucci o Chanel, que colaboraron en sus talleres elaborando cubrebocas para donar al personal sanitario, o de dise&ntilde;adores como Jean Paul Gaultier, que ha convertido este elemento de protecci&oacute;n sanitaria en una prenda de alta costura gracias a su l&iacute;nea A The Mask. Bajo el lema &ldquo;Protect yourself, create yourself&rdquo;, el dise&ntilde;ador franc&eacute;s reinventa este accesorio con dise&ntilde;os que incorporan plumas, pedrer&iacute;a o elementos de la cultura fetish. Incluso hay un dise&ntilde;o inspirado en el ic&oacute;nico cors&eacute; que el propio Gaultier cre&oacute; para Madonna durante la gira Blonde Ambition Tour en 1990. Ojo: ninguna de estas mascarillas es un elemento decorativo, sino que todas mantienen su objetivo inicio, proteger frente al coronavirus.

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No es el &uacute;nico, marcas Adidas, Off-White &mdash;la mascarilla con las flechas cruzadas, que originalmente ten&iacute;a un precio de 100 d&oacute;lares, durante la pandemia lleg&oacute; a costar m&aacute;s de mil en portales como Farfetch&mdash;, Under Armour, Rag &amp; Bone, Burberry o el holand&eacute;s Jan Taminiau han sacado sus propias opciones, a las que se acaba de a&ntilde;adir la LV Shield Visor de Louis Vuitton, que la maison acaba de sacar al mercado a un precio de 820 euros con el emblem&aacute;tico estampado Monogram.

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El portal Lyst ha registrado una subida del 496% en las b&uacute;squedas de mascarillas en los &uacute;ltimos meses, mientras la industria se debate entre los beneficios y la solidaridad. La mejor manera de minimizar el impacto de una mala publicidad es unir ambos a trav&eacute;s de campa&ntilde;as solidarias en las que todos ganan: las marcas y organizaciones no gubernamentales que tambi&eacute;n salen beneficiadas.&nbsp;

En cualquier caso, decantarse por una mascarilla blanca o sanitaria y un modelo estampado o con incrustaciones de pedrer&iacute;a, lentejuelas o perlas, como la que presentaba Christian Siriano en su desfile de Alta Costura, no es una decisi&oacute;n que se pueda tomar a la liguera. Robin Givgan, en un ensayo publicado en The Washington Post, escrib&iacute;a: &laquo;Quiz&aacute;s, cuanto m&aacute;s bonitas y apetecibles sea, m&aacute;s gente estar&aacute; dispuesta a llevarlas&raquo;. Esa es la clave. No basta con la est&eacute;tica, pero si la est&eacute;tica va de la mano de la &eacute;tica todos ganan en la lucha contra el coronavirus.

Cubrebocas: una lucha en la que todos ganan

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