Para el actor estadounidense Jeremy Strong, arriesgarse no es una opción. Es una forma de vida. &quot;Soy consciente de que hay opiniones sobre mí, pero intento no pensar demasiado en cómo me perciben. Creo que es una pérdida de tiempo&quot;, afirma.

Texto de SAMANTHA SIMON Fotografía BOBY Estilismo FERNANDO ECHEVERRÍA

Para los estándares de Hollywood , Jeremy Strong es un enigma. Es tan conocido por sumergirse en sus papeles como por aparecer en la alfombra roja con un look monocromático de pies a cabeza, con sombrero de pescador incluido. También es una especie de esponja literaria, famoso por citar, palabra por palabra, a quienes lo inspiran; durante nuestra conversación de 45 minutos, menciona a seis leyendas en sus respectivos campos, desde el pintor Frank Stella hasta el filósofo Francis Bacon . Pero aunque internet informe sobre cada una de sus entrevistas o elecciones de moda, el actor de 46 años prefiere ignorar la conversación por completo.

“Soy consciente de que hay opiniones sobre mí, pero trato de no pensar demasiado en cómo me perciben. Creo que es una pérdida de tiempo”, dice, conectándose vía Zoom desde Copenhague , donde vive con su esposa, la psiquiatra y documentalista danesa Emma Wall, y sus tres hijos. Estos días, Strong apenas tiene un momento libre. El año pasado, ganó un premio Tony por su papel en “An Enemy of the People” de Broadway y obtuvo una nominación al Oscar por su interpretación del asesor de Trump Roy Cohn en “The Apprentice”. Y el otoño ha comenzado con una agenda ocupada. La película biográfica de Bruce Springsteen “Deliver Me from Nowhere”, en la que interpreta al mentor del músico y crítico de Rolling Stone Jon Landau, se estrenará el 24 de octubre. También estará filmando dos películas y, entre producciones, estará ocupado en el set de la miniserie de Netflix de Peter Morgan “The Boys from Brazil”.

La serie, &quot;una alegoría sobre el auge del fascismo&quot;, dice Strong, marca su regreso a la televisión tras el final de &quot;Succession&quot; en 2023. Su interpretación de Kendall Roy, el melancólico #EldestBoy, le valió un Emmy, un Globo de Oro y un Premio de la Crítica, además de inspirar miles de memes. Dos años después de colgar su infalible sombrero de cachemira, Strong ha dejado atrás su pasado. Hoy en día, comparte poco con Kendall, salvo su gusto por la ropa de lujo, aunque tiende a incorporar esas prendas a su propio vestuario de forma diferente. &quot;No creo compartir personalmente los gustos de Kendall Roy&quot;, dice Strong. No me visto para Sun Valley ni para Davos. No me visto para nada. A diferencia de su álter ego, siempre buscando llamar la atención, al actor no le interesa lo que se diga sobre sus looks más controvertidos. &quot;Sé que algunas de mis elecciones de moda en la alfombra roja han llamado mucho la atención, pero, sinceramente, nunca he buscado eso&quot;, afirma.

“Siempre me ha interesado la ropa como forma de expresión; no tengo ninguna filosofía ni reglas específicas. Creo que todo en mi vida es muy intuitivo. Creo que no tengo miedo de superarme al límite”. Si bien no sigue las tendencias —“No me interesa lo que está de moda”—, aprecia la consistencia. “Creo que los uniformes están infravalorados. Ahora mismo, oscilo entre Haans Nicholas Mott (el diseñador neoyorquino famoso por sus looks para Brad Pitt) y Loro Piana”. Strong es embajador de Loro Piana, que lució por primera vez en “Succession”. Colabora continuamente con Jacques Marie Mage y Richard Mille. “Ya sea mi arte, mi ropa, mis relojes o el mundo culinario, me gusta sumergirme de verdad en esas cosas”, dice. “Me interesa el proceso”. Strong ha sido un apasionado de la actuación desde la universidad, cuando formó parte del grupo de teatro estudiantil de la Universidad de Yale. Durante los ensayos de “Marat/Sade”, recuerda “estar sentado en una bañera escribiendo con una pluma durante horas, tratando de comprender el estado mental de alguien que estaba en el manicomio de Charenton”.

Tras graduarse en Literatura Inglesa, estudió interpretación en la Real Academia de Arte Dramático de Londres antes de unirse a la Compañía de Teatro Steppenwolf de Chicago. «Con el tiempo, aprendí a confiar cada vez más en mis instintos, y quizás eso me dio el coraje para comprometerme a trabajar como mejor entiendo», afirma. «Creo que hay muchos malentendidos y mitos sobre lo que hacen los actores, pero al final, todo se reduce al compromiso». Como actor, Strong no teme comprometerse por completo. Cuando se le pregunta por la naturaleza inmersiva de su enfoque, parafrasea a Francis Bacon: «Todo arte es un juego, y lo que pasa con el arte moderno es que hay que sumergirse profundamente en el juego», afirma.

Para mí, se trata simplemente de profundizar en el juego. Soy muy consciente, cuando hago estas cosas, de que es artificial, pero en esencia estás diciendo la verdad a través de una mentira. Creo que siempre he sentido la necesidad de ser, como dices, inmersivo, de creer en lo que hago y darle sentido —explica—. Me sumerjo en estas experiencias que para mí son profundas, liminales, que me llevan más allá de mí mismo. Es algo muy privado; ni siquiera soy plenamente consciente de cómo sucede ni de lo que estoy haciendo. Te pierdes en todo esto, y luego, cuando resurges como un buceador que regresa a la superficie, otras personas proyectan todo tipo de cosas sobre ti. Y me siento halagado por esa proyección. Sin embargo, el proceso puede tener un precio.

“Hay un hermoso poema sobre la creación artística que dice que solo estás llamado al sacrificio; no es por tu propia gloria personal ni por tu paz interior, y eso es algo en lo que creo”, dice. “A menudo es un sacrificio —no en el contexto de sacrificios reales en el mundo real, claro está— pero te pones a prueba, pasas por el fuego para hacer este trabajo, y lo haces para un público”. Luego analiza el “inquietante” descubrimiento del famoso actor de método Dustin Hoffman, quien se sentía más cómodo fingiendo ser otra persona, describiéndolo como “la naturaleza de la bestia”, antes de comparar su propia ética de trabajo con la de Bruce Springsteen, interpretado por Jeremy Allen White en la película “Líbrame de ninguna parte”.

“Pienso mucho en Bruce”, dice Strong. “Habla de lo profundamente que puedes habitar una canción, y creo que yo intento hacer lo mismo. En mi caso, la canción es un personaje de una película, una obra de teatro o una serie de televisión, pero se trata de cuán completa y profundamente puedes encarnarla”. Strong también se identifica con la pasión de su personaje. “Como crítico, Jon Landau escribió sobre los peligros de convertirse en profesional, sobre cómo, cuando dejamos de amar algo y se convierte en solo un trabajo, tenemos que volver atrás y redescubrir lo que amábamos en primer lugar”, dice, llamando a los cincuenta años de trabajo de Landau y Springsteen “una búsqueda artística”. “Cuando hablan de música, no se trata de un trabajo o un negocio: es una razón para vivir. Así es como me siento sobre la actuación: no es un trabajo, no es una carrera. Es mi razón de ser”. Los personajes complejos lo cautivan.

&quot;Si algo me resulta fácil, no me interesa hacerlo&quot;, dice, citando a Frank Stella, quien creía que solo vale la pena centrarse en lo que no se puede hacer. &quot;Me interesa la dificultad. Cuando leo guiones y considero papeles, el grado de peligro y riesgo son componentes esenciales: cuando me enfrento a un reto, eso es lo único que lo hace vital. Existe un denominador común: el deseo de encontrar una nueva ola imposible que surfear, o una montaña diferente que escalar, que permanece constante, y siempre está la sensación de ser un principiante. Siempre estás empezando desde cero, porque nunca lo has hecho antes&quot;. Quizás sea precisamente este anhelo lo que lleva a Strong —notoriamente influenciado por Daniel Day-Lewis y Al Pacino— a reaccionar con incredulidad ante la idea de que, algún día, las futuras generaciones de actores podrían considerarlo con la misma reverencia. &quot;Me cuesta aceptarlo&quot;, dice, citando a D.H. Lawrence, quien dijo que el trabajo de un artista es la salvación de otro. &quot;No creo verme a mí mismo como veo a esos actores con los que he trabajado, para los que he trabajado o que, de alguna manera, he buscado como mentores. Son como estrellas del norte, faros de luz que me guían. Pero hay un límite a lo que se puede internalizar de los demás, de sus valores y de su forma de trabajar.

En mis veinte y treinta, todavía estaba absorbiendo muchas lecciones de los grandes maestros, pero luego, en cierto punto, tienes que dejar ir todo y tirarlo a la basura para encontrar tu propia línea, tu propio camino”. Recientemente, Strong ha asumido roles de mentor uno tras otro, pasando del papel de Jon Landau a la interpretación del año pasado del abogado y asesor de Donald Trump, Roy Cohn, en la película “The Apprentice”. “Estas dos relaciones de mentoría son como la noche y el día, y no fue una elección deliberada, pero una fue una especie de antídoto para la otra”, dice. “Jon me dijo que estaba allí para ayudar a Bruce a definir la naturaleza de su visión; Roy Cohn, el progenitor de las noticias falsas, que enseñó el negacionismo de Trump, algo que ahora vemos acelerarse a una velocidad vertiginosa, estaba allí para ayudar a su aprendiz a definir lo que, para mí, es una visión maligna. “Uno es edificante y hermoso, el otro es una visión nihilista, un viaje al corazón de la oscuridad”.

El contraste entre los dos personajes, y la oportunidad de explorarlos en pantalla, es lo que más inspira a Strong. &quot;Ahora mismo, Bruce está ahí fuera, hablando con sinceridad sobre el poder que Roy Cohn ayudó a crear&quot;, dice, elogiando la disposición de Springsteen a ser vulnerable como &quot;lo opuesto a la autopreservación o la autoprotección&quot;. Strong recuerda el concierto del cantante en Milán, al que asistió el pasado julio: &quot;No sé si alguna vez han asistido a un concierto de Bruce, pero es como ir a la iglesia. Hay algo profundamente espiritual y edificante, y él realmente lo pone todo en ello. Se preocupa por nuestra humanidad común y canta tanto para la izquierda como para la derecha. Está ahí para todos y trae una medicina poderosa al mundo&quot;.

El estado del mundo pesa en la mente de Strong mientras se prepara para &quot;The Boys from Brazil&quot;. Basada en la novela homónima de Ira Levin de 1976, posteriormente adaptada al cine con Gregory Peck, la miniserie de Peter Morgan está protagonizada por Strong como un cazador de nazis, libremente inspirado en Simon Wiesenthal. &quot;Trata sobre el estado del mundo, que está listo para un resurgimiento del fascismo&quot;, explica el actor. &quot;Me parece claro que estamos de nuevo en ese momento histórico, y que hemos olvidado las lecciones del pasado, que estamos condenados a repetir si no despertamos. Es una profunda parábola moral, envuelta en un thriller dramático de alto concepto&quot;. Cuando se le pregunta cómo se siente al volver a la pantalla chica, Strong se muestra indiferente. Se define como un &quot;agnóstico de plataformas&quot; y enfatiza que, después de todo, es una miniserie. Lo único que realmente le importa es la calidad del material: «Peter es un coloso y uno de los mejores dramaturgos vivos. Aunque se trata de una historia de ciencia ficción sobre un Hitler clonado, tiene una idea inicial decididamente audaz. Sí, es un proyecto muy ambicioso». Sea cual sea el resultado final, Strong está simplemente feliz de formar parte del proyecto.

“Nunca hay certeza ni certeza en ningún momento”, dice sobre la industria del entretenimiento. “Nada de esto es un hecho, y lo que he hecho antes no garantiza que cualquier otra cosa tenga éxito. Siempre hay un acto constante de rendición y humildad ante lo desconocido”. Quizás esta misma ambigüedad sea la verdadera razón por la que elige centrarse en sus propios deseos creativos en lugar de la percepción pública. “Puede parecer un poco abstracto, pero síganme”, dice riendo. “Creo que podemos ser el que ve o lo que es visto. Si estamos en posición de ver nuestras vidas y prestar atención a las cosas que nos importan, creo que ese es un lugar de gran fortaleza. Pero si estamos en posición de ser vistos, entonces todo se vincula a lo que los demás piensan de nosotros, y creo que todos podríamos preocuparnos un poco menos por cómo nos perciben y centrarnos más en lo que vemos”. Hace una pausa por un momento. “Por supuesto, al hacer esta entrevista ahora mismo, también me pregunto: ‘¿Qué opinas de lo que digo?’. ¿La gente leerá esto y pensará que soy de cierta manera?”

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