Creamos la combinación perfecta para el contexto actual: comida gourmet local y editoriales de moda. Porque juntos son imbatibles.

Gastronom&iacute;a y lectura. Una uni&oacute;n m&aacute;s relevante de lo que parece a primera vista. Desde que naci&oacute; la literatura, la gastronom&iacute;a ha sido una constante en obras de diversos autores. Cuando el lector se detiene en ella, y la contempla como un recurso indisoluble a la trama, se da cuenta que muchos de los pasajes en los que se habla de gastronom&iacute;a no son ni fortuitos ni gratuitos.

A trav&eacute;s de la gastronom&iacute;a los autores describen a un personaje, porque lo que come y c&oacute;mo lo hace le define. Tambi&eacute;n, se dan pinceladas de c&oacute;mo es una sociedad. A veces, las novelas buscan instruir al lector y en ellas aparecen recetas o nombres de platos con los que los personajes disfrutan o rechazan. Y es que la comida est&aacute; &iacute;ntimamente relacionada con el estado de &aacute;nimo.

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Por ejemplo, Joyce para dar a conocer a su personaje principal en Ulises escribi&oacute;: &ldquo;El se&ntilde;or Leopold Bloom com&iacute;a con deleite bestias y aves. Le gustaba la sopa espesa de menudillos, las mollejas, de sabor a nuez, el coraz&oacute;n relleno asado, las tajadas de h&iacute;gado rebozadas con migas de corteza, las huevas de bacalao fritas. Sobre todo, le gustaban los ri&ntilde;ones de cordero a la parrilla&rdquo;.

En El fest&iacute;n de John Saturnall -que entre realidad y mito narra la vida de un hombre desde humeantes cocinas a dormitorios il&iacute;citos, a trav&eacute;s de campos de batalla y antiguos bosques m&aacute;gicos- encontramos una celebraci&oacute;n del arte de la cocina y de las tradiciones en las que estamos enmarcados. Aqu&iacute; nos damos cuenta que el &quot;due&ntilde;o&quot; del fest&iacute;n no es el cocinero, sino quienes lo disfrutan, al igual que el &quot;due&ntilde;o&quot; de un libro o una revista no es el autor o equipo que lo realiza. Pertenecen a quienes lo leen y convierten las p&aacute;ginas en suyas.

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O recetas. Hay novelas que se confunden con recetarios. Las m&aacute;s recordadas son las del libro Como agua para chocolate, de la mexicana Laura Esquivel. En s&iacute;, la obra entera es un homenaje al amor que hay detr&aacute;s del acto de cocinar. Cada cap&iacute;tulo es una receta y la autora relata lo que aconteci&oacute; a los personajes en ese momento de cocinarlo. Al elaborar codornices en p&eacute;talos de rosa, Esquivel relata: &ldquo;Se desprenden con mucho cuidado los p&eacute;talos de las rosas, procurando no pincharse los dedos, pues aparte de que es muy doloroso (el piquete), los p&eacute;talos pueden quedar impregnados de sangre y esto, aparte de alterar el sabor del platillo, puede provocar reacciones qu&iacute;micas, por dem&aacute;s peligrosas&rdquo;.

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El universo foodie tambi&eacute;n se ha visto retratado en editoriales de moda. Bodegones barrocos y mesas infinitas con un fest&iacute;n a medio terminar. Im&aacute;genes donde una mano abigarrada de oro y piedras preciosas exprime una naranja y el jugo hace brillar a&uacute;n m&aacute;s los diamantes. Colores y texturas de vestidos que recuerdan a platos de chefs multipremiados. Son referencias comunes en el imaginario colectivo. Todos hemos recreado im&aacute;genes similares en redes sociales.

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Con el fin de unir m&aacute;s estos dos mundos y maridar en conjunto su belleza, ahora podremos leer las p&aacute;ginas de L&#39;officiel mientras saboreamos el mole madre de <a href="https://www.instagram.com/p/B-ASyeMJPoE/">Pujol</a>, una foccacia con prosciutto de <a href="https://www.instagram.com/p/B-vBQ8uj-hA/">Bottega Sartoria</a>, el perfecto croissant parisino de <a href="https://www.instagram.com/p/B-Inea5naCm/">Odette</a> o el men&uacute; que Lucho Mart&iacute;nez crea a diario en <a href="https://www.instagram.com/p/B96ZZFCDk4Q/">EM restaurante</a>. Es la magia del take away. No puede haber combinaci&oacute;n m&aacute;s sublime.

Placeres lícitos

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