¿Por qué ser masculino o femenino cuando simplemente puedes ser tú?
Casi de manera cíclica, como sociedad, estamos viviendo eventos similares a los que ocurrieron hace cien años, y uno de los cambios más simbólicos en temas de género fue el que las mujeres comenzaran a usar pantalones, prenda representativa del poder masculino. En este siglo vemos cada vez más hombres apropiándose de símbolos tradicionalmente femeninos y más allá de apreciarlos como algo ligado a su sexualidad o a un disfraz, estos ejemplos han abierto camino a una nueva masculinidad.

En el Londres de los años 20 existió un grupo de socialités, hijos rebeldes de la aristocracia del siglo XIX, que encendieron la vida nocturna de aquella época con opulentas fiestas al ritmo del jazz. Los vestuarios complejos eran clave en estas fiestas, y las líneas de género se cruzaban: las mujeres iban de tuxedo y los hombres llevaban maquillaje cargado, vestían pieles y joyas antiguas de la familia, con pelucas y sombreros extravagantes. Gran parte de esta vida fue documentada por Cecil Beaton, fotógrafo de moda, quien encontró en esta escena un mundo de fantasía que siguió reflejando con su lente. El trabajo de Beaton inmortalizó a los Bright Young Things (como se les denominó), como un grupo que utilizó la moda como antídoto contra el aburrimiento de su época, sin cuestiones de género.

Más avanzado el siglo XX hemos visto ejemplos sobre todo en la industria musical, donde por mucho tiempo una masculinidad exagerada fue parte de una estrategia publicitaria para distintos artistas, hasta que en la escena de los años 70 en Londres, en medio del rock clásico, el new wave y el punk, apareció David Bowie. A través de distintos personajes creados como álter ego rompió los cánones tradicionales de lo que significaba ser una estrella de rock, sin miedo al maquillaje, a las pelucas, a los vestidos o jumpsuits y, sobre todo, al glitter. El discurso de Bowie no gira en torno al género, sino a la condición humana: no quería ser humano, sino superhumano.

Algunos años después, en los años 80, el extravagante estilo de Prince da tanto de qué hablar como las letras de sus canciones, ambos elementos eran solo la punta del iceberg de su enorme talento creativo. Prince era bajo de estatura, y los tacones fueron una herramienta para disimularlo, pero que también desató interés en otros accesorios y prendas tradicionalmente femeninos, como la lencería, las lentejuelas, los flecos, los cropped tops y un sinfín de accesorios. La postura de género de Prince lo llevó incluso a cambiar su nombre por un símbolo que juntaba lo masculino con lo femenino: ¿por qué ser masculino o femenino cuando simplemente puedes ser tú?

En años más recientes hemos visto a otros artistas seguir este estilo no binario y sobre todo con una fuerte alianza con la industria de la moda. Uno de ellos es Pharrell Williams, cantante de hip hop cuyo estilo siempre fue atípico. En temporadas recientes se convirtió en el primer artista en crear una colaboración con Chanel, una firma que ni siquiera tiene una división de menswear; actualmente protagoniza su campaña de lentes para primavera / verano 2020. Su silueta enjuta le permite utilizar muchas piezas de colecciones femeninas, pero es más bien su seguridad la que le permite disfrutarlo. Recientemente, como portada de una revista de moda masculina, definió la nueva masculinidad como la capacidad de «solo ser» y lo arriesgado que eso sigue siendo para grupos vulnerables, como la comunidad trans.

En esta misma línea está el cantante británico Harry Styles, qué pasó de un estilo masculino y cuidado como parte de una boyband a un artista sin miedo a hablar de masculinidad y aparecer en eventos como la Met Gala del año pasado en una blusa de chifón, aretes de perlas y uñas pintadas. Su amistad con Alessandro Michele, director creativo de Gucci, le ha ayudado a forjar un estilo pertinente con esta época en la que vemos un salto de lo «socialmente aceptable» a lo individualmente aceptable —y aceptado— para sus propias reglas.
Así, quizás en el tema de género, el cambio importante en esta época no sería exactamente que los hombres usen falda, sino entender la masculinidad como una libertad para ser tú mismo. Una de las máximas más recordadas de Cecil Beaton decía: «sé atrevido, sé diferente, (…), sé cualquier cosa que reafirme tu integridad y visión contra los que juegan seguro, las criaturas del lugar seguro, los esclavos de lo ordinario». Porque más allá del género no hay nada más liberador que vestir algo que refleje tu espíritu y celebre tu vida.